A propósito del día de La Candelaria…

Desde hace varios siglos se originó la tradición para festejar el arrullo del niño Jesús, tras su nacimiento cuarenta días antes, el 25 de Diciembre; también se celebra la pureza de la Virgen María. Durante el día de esta tradición se suele comer tamales, acompañados de atole. Pero ¿Qué hay más allá de esta costumbre? y ¿Cuál es la relación que existe entre el Niño Dios y porqué tamales? ¡Veamos!

Comenzaré por lo siguiente: Según los estudiosos de la Arqueología, los tamales tienen su origen desde 100 a. C. éstos desde entonces y a lo largo del paso del tiempo se han ofrecido en rituales, ofrendas, tumbas. Hoy su consumo se presenta en fiestas familiares y festividades principalmente.

En el México antiguo, las culturas Olmeca, Mexica y Maya se los ofrecían a los dioses; también era un platillo al que sólo accedían los Nobles y Sacerdotes, especialmente para hacer ayunos; pues la base de este alimento es el maíz, y para ellos esta semilla es la que crea al hombre; es por este motivo también que se le ofrece al Niño Dios este platillo.

Tampoco se sabe con exactitud el origen de la celebración del día 2 de febrero, sin embargo esta festividad es una fusión de culturas prehispánicas y católicas.

Aunque pareciera que el tamal es de origen mexicano, aún no se esclarece el misterio de su aparición, pues entre este y varios países de Centro y Sudamérica se los atribuyen por cuestiones de migración de la gente entre unas y otras ciudades, ya que en aquellas nacionalidades también se consume. Y aunque cada uno tiene su toque gastronómico, México posee entre 500 y 5000 variedades.

Aunque el sabor original prehispánico es relleno con verduras y chile, con la llegada de los españoles a Nuevo México, se crea el tamal con toques europeos, al ser elaborados con manteca y carne de cerdo.

Hoy en día se encuentran de tantos colores, sabores, tamaños, texturas, formas. Algunos tradicionales, muchos de ellos exóticos y suculentos. Los hay para todos los gustos, de dulce, de chile, de mole.

Desde los tradicionales que se encuentran diariamente en los puestos ambulantes y varios locales y restaurantes: dulce, mole, rajas y verdes; oaxaqueños que se envuelven en hoja de plátano; hasta los “raros”, de masa con frijol, chocolate, frutas de diversas variedades, mermelada, limón, fresas con crema,  de chinacate, verdolagas, cacahuate, cochinita pibil, ceniza. Otros más de mariscos, chapulín, hormiga voladora, por mencionar algunos  de entre cientos y miles.

Toda una cultura alrededor de estos, que hasta mitos preexisten alrededor de ellos. Por ejemplo, entre algunos, se indica que se debe amarrar las orejas de la olla con las hojas de maíz porque no deben oír “los chismes de las personas” cuando se están cociendo. Otro es que no deben haber niños llorando y mujeres tristes durante la preparación y la cocción.

Del Náhuatl Tamalli, que significa “envuelto” viene el bautizo del nombre del Tamal.

Ahora que ya sabes un poco más acerca de esta comida socorrida diariamente por muchos mexicanos, en especial cuando se cuenta con poco dinero, mucha hambre, poco tiempo y se requiere energía para aguantar la barriga llena por un largo periodo de horas, ¡A saborear unos ricos tamales! Eso sí, con su respectivo atole.

Por Claudia Fernández Monroy

Fotos: http://www.solountip.com/ y http://recetasd.com/

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