Por contar con una visión comprensiva de distintas áreas de la factura cinematográfica y la habilidad de revalorar las tendencias de Hollywood para hacerlas pertinentes a su tierra latinoamericana, el cineasta argentino Adolfo Aristarain se ha hecho merecedor de la Medalla Cineteca Nacional, que le será entregada el martes 25 de octubre a las 19:00 horas en la Sala 9, Juan Bustillo Oro.
Adolfo Aristarain, de 72 años, ha trabajado en la industria desde mediados de los sesenta, cuando decidió llevar su cinefilia a la práctica y desempeñarse como asistente en producciones de Ricardo Alventosa, Román Viñoly Barreto y Emilio Vieyra. Su labor lo llevó a Europa, en donde llegó a asistir a Sergio Leone en la célebre cinta de vaqueros Érase una vez en el Oeste (C’era una volta il West, 1968), una década antes de empezar su propia trayectoria como realizador.
La ceremonia de premiación significa también el arranque de una retrospectiva dedicada a su filmografía como director, en donde la Cineteca proyectará en formato analógico de 35mm diez de sus largometrajes, así como los ocho episodios de la serie que dirigió para Televisión Española en 1986: Pepe Carvalho. Las funciones contarán con la presencia de Aristarain, quien compartirá opiniones para aprovechar el acercamiento que pocas veces ha tenido con la audiencia de nuestro país. “Mi experiencia con el público mexicano es mínima, pero el público reacciona de la misma manera en cualquier país. Es muy raro, pero es así”, comentó en entrevista con la Cineteca Nacional.
En la función inaugural se exhibirá Un lugar en el mundo (1992), película que quizás sea la más exitosa en su carrera y que surgió después de una racha de proyectos fallidos en plena crisis financiera. Una emotiva historia a la manera del cine bucólico de John Ford, recibió el Goya a la Mejor Película Extranjera de Habla Hispana y la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Desde su ópera prima, La parte del león (1978), ya se aprecian características que distinguen al resto de su obra, como las convenciones del cine policiaco de Hollywood, la crítica social y la participación del actor bonaerense Julio De Grazia. El relato trata sobre un hombre fracasado y en proceso de divorcio, Bruno di Toro, que encuentra una enorme cantidad de dinero robado de un banco y cree que con él puede mejorar su forma de vida.
Dos años más tarde, Aristarain estrenó sus trabajos más comerciales, hechos en colaboración con el sello discográfico Microfón y la casa productora Aries, quienes realizaban una serie de comedias románticas intituladas “…del amor”. La playa del amor y La discoteca del amor demostraron la versatilidad del cineasta al tratar de incorporar sus temas y referencias cinematográficas favoritas a un formato musical completamente popular.
Gracias a las ganancias de los musicales, le fue posible regresar a las películas de intriga criminal con Tiempo de revancha (1981), drama sobre un sindicalista resentido que intenta fingir un accidente para cobrar la indemnización a la compañía minera en donde trabaja. La cinta incluía una crítica velada a la impunidad de las empresas trasnacionales en plena dictadura militar y logró burlar la censura de su tiempo.
Últimos días de la víctima (1982) concluyó la racha prolífica de su primera etapa como director y significó un cambio en muchos sentidos. Fue la primera vez (después del encargo de La playa del amor) que el guión partió de un argumento que no fuera suyo, adaptando la novela homónima de José Pablo Feinmann. También se distinguió por reducir los diálogos, predominantes en sus otras obras, y optar por una narrativa más silenciosa.
Durante un descanso de la labor fílmica, adaptó al famoso detective de las novelas escritas por Manuel Vázquez Montalbán en la serie de televisión Pepe Carvalho, en donde el protagonista interpretado por Eusebio Poncela se sumerge en un mundo de prostitución, crimen y corrupción. Ha sido su última incursión en el thriller y el hampa, a pesar de que el director afirma que no se ha despedido del cine criminal necesariamente: “Trato de hacer historias que me gusten, sin importar el género. No abandoné el policial: si aparece algo interesante, lo haré”, aseguró.
Casi diez años más tarde, regresó al cine con La ley de la frontera (1995), la cual siguió la línea de Un lugar en el mundo y se enmarcó en la tradición del western norteamericano para retratar la situación fronteriza entre España y Portugal en 1924. En ella, un par de fugitivos conocen a una periodista del New York Times que trabaja en un reportaje acerca de El Argentino: un bandido que se ha vuelto leyenda.
En 1997, el autor se mudó a la temática intimista que caracterizó a la etapa tardía de su producción. Martín (Hache) es una observación de la soledad de un adolescente que, motivado por una experiencia cercana a la muerte, se muda con su padre en Madrid. La cinta fue premiada en numerosos festivales internacionales, de los que destacan el Festival Internacional de Cine Latinoamericano de Biarritz, en donde Eusebio Poncela ganó el Premio a Mejor Actor, y los Premios Goya, en donde reconocieron a Cecilia Roth como mejor actriz.
En Lugares comunes (2002) recurrió a cuestionamientos similares, pero los ilustró a través de una pareja madura que se ve obligada a cambiar de hábitos y rutinas cuando al marido le anticipan su jubilación por un recorte de personal. El guión está basado en la autobiografía de su primo, Lorenzo F. Aristarain, y la relación del matrimonio protagonista está inspirada en el mismo director y su esposa.
Por último, la retrospectiva incluirá su obra más reciente, Roma (2004), en donde volcó las reflexiones humanísticas hacia un viejo escritor que contrata a un joven para terminar de escribir sus memorias. Según José Sacristán, quien interpretó el papel principal, “Aristarain llegó a ese punto de madurez, plenitud artística, sabiduría y sencillez que sólo alcanzan los grandes; entras al cine vivo y sales muerto de amor”, afirmó para el diario El País.
La Medalla Cineteca Nacional fue instituida en 2015 para rendir homenaje a directores extranjeros cuya carrera haya tenido un impacto internacional. Está hecha en plata y tiene un diámetro de 46mm. Al no restringir sus entregas a una periodicidad específica, las primeras dos medallas fueron dedicadas a los cineastas Costa-Gavras y Atom Egoyan el año pasado.
Por Elsa Macías
Información cortesía Cineteca Nacional